viernes, 8 de marzo de 2013

CAFÉ CON LECHE

Era una tarde sin viento en la que la lluvia caía, persistente y monótona, bajo un cielo gris plomizo y el canto premonitorio de los pájaros sobre las altas copas de los plátanos. Algunos peatones deambulan bajo los paraguas y en sus pasos, se adivina esa soledad que no reconocerían al posar sus codos sobre la barra del bar y pedir al camarero el infame café torrefacto con leche que éste le servirá y que no podrá endulzar ni con  toda la cesta de los azucarillos. La misma soledad que se ve en los ojos del barman cuando saca la bandeja humeante del lavaplatos y piensa , allá a lo lejos, entre el vapor incierto del géiser imposible, en la triste vida del parroquiano que da vueltas con la cucharilla a la taza del café con leche engañoso, mientras el tintineo del metal contra la loza se confunde con el sonido de la... No hay nada que hacer. 
El paraguas cuelga por el mango del mostrador, permitiendo resbalar el agua que forma un charco justo encima de tres servilletas arrugadas, los restos de un ala de pollo y unos huesos repelados de aceituna.
-Camarero, este café es una mierda. Le espeta cuando el otro pasa un paño mugriento por encima de las vitrinas de los aperitivos. El camarero levanta la cabeza y le mira con cara de desconcierto y cabreo, encogiéndose de hombros a la vez que suelta un bufido de hastío y continúa con la tarea de quitar la mugre con más mugre. 
-Sírvame otro café y no lo cargue tanto. 
Retira la cazoleta de la máquina, la sacude sobre el cajón de los posos y la coloca en el soporte del molinillo para volver a cargarla. Sura no pierde detalle de las operaciones. El camarero pone la cazoleta en la máquina y aprieta una tecla a la vez que pone un vaso bajo ella.
-No lo quiero en vaso, me gusta en taza, mediana y corto de café, con la leche bien caliente. ¿Lo ha cargado poco? 
Hace la pregunta a sabiendas de que no ha sido así, pues ha visto perfectamente como ha llenado la cazoleta y apretado contra el adminiculo que sirve para ese fin. El otro retira el vaso y pone una taza dejando que se llene de café. Hierve la leche en una jarra manchada de churretones y se lo sirve. Sura no dice nada, tan solo vierte la taza sobre el mostrador; y esparce el azucarillo sobre la mancha amarronada.
-Ahora lo vas a lamer. Le dice el camarero. 
Sura agarra el paraguas con la mano izquierda abarcando las varillas y tira del mango con la derecha. Al hacer ese gesto extrae un estoque de setenta centímetros con el que le propina un tajo en el cuello, éste se lleva las manos a la herida con los ojos desorbitados, emitiendo un gorgoteo de puchero hirviendo.
-¿Te has enterado ya de como me gusta el café, so guarro?